Levantémonos y Edifiquemos
Levantémonos y Edifiquemos
Nehemías 2:18

Todos atravesamos temporadas donde Dios nos sacude de diferentes maneras. No lo hace solo para purificarnos, sino para llevarnos a un proceso de reconstrucción donde Él restablece su gobierno en nuestra vida y nos vuelve a alinear con su propósito.
Son tiempos donde Dios remueve estructuras creadas por nosotros mismos o moldes que ya no pueden sostener lo que Él quiere derramar. Pero esos tiempos no son señal de destrucción…sino de transformación y transición.
Justamente eso vemos reflejado en la historia de Nehemías. Después del cautiverio en Babilonia, Jerusalén seguía habitada, pero estaba en ruinas (Nehemías 1:3).
Es ahí donde Dios comienza su obra de reconstrucción y levanta a Nehemías para traer visión, corrección, restauración y alineación espiritual. Antes de convocar al pueblo, Nehemías primero oró, buscó dirección y recibió claridad de parte de Dios (Nehemías 1:4).
Solo entonces, con la dirección de Dios, invitó al pueblo a iniciar la reconstrucción:
Ellos podían haberlo cuestionado, ignorado o dejarse llevar por el temor, pero no...el pueblo pudo ver lo que Nehemías vio...no con los ojos naturales, sino con el corazón alineado al propósito de Dios. ¡Hubo unidad alrededor del propósito de Dios!
Sí...confrontaron oposición, temor y cansancio, pero contra toda lógica, los muros fueron reconstruidos en tiempo récord (Nehemías 6:15).
La restauración no fue solo física, sino que la fe del pueblo, fue renovada profundamente también (Nehemías 8). Jerusalén volvió a levantarse de sus ruinas y el pueblo recuperó su esperanza y su conexión con Dios.
Alineando nuestro corazón al propósito de Dios
Cuando Dios inicia una reconstrucción, Él mismo provee la visión, la dirección y la fuerza para llevarla a cabo. Nehemías oró, escuchó a Dios y luego llamó al pueblo a levantarse.
Ellos respondieron con unidad, valor y fe. No se movieron por lo que veían, sino por lo que Dios estaba diciendo.
Hay temporadas donde todo parece removido o frágil, pero mantengamos nuestra fe firme y anclada en la dirección del Señor. A veces eso significa soltar nuestro control y dejar de insistir en cómo hubiéramos querido que las cosas fueran.
Desde Génesis hasta Apocalipsis vemos que Dios no se mueve siguiendo los métodos convencionales del ser humano. Él siempre nos sorprende con su creatividad y nos transforma profundamente mientras colaboramos con su plan.
Mi hermano y hermana, una palabra del Señor que se sostiene en su Palabra, nunca dejará de ser. Que no se turbe nuestro corazón y en confianza podamos también decir: