Dependiendo de Dios en Cada Temporada
Dependiendo de Dios en Cada Temporada
Mateo 11:25–26

Hay palabras que suenan más fáciles de pronunciar que de vivir. “Depender de Dios” es una de ellas. Suena sencillo hasta que llega una temporada que sacude nuestros planes y nos recuerda que no tenemos tanto control como pensábamos. Jesús dijo:
Este pasaje ocurre tras el rechazo de muchos, incluso después de ver sus milagros. Mientras los sabios y entendidos confiaban en su conocimiento, Jesús agradeció al Padre por revelar su verdad a los de corazón sencillo como los niños.
Jesús revela el corazón del Reino. No se trata de quién vio más, estudió más o sirvió más, sino de quién depende más del Padre.
Como el corazón de un niño: confiado, sensible a la voz de su papá y libre de la autosuficiencia que endurece el corazón. Solo un corazón humilde, enseñable y confiado puede depender plenamente de Dios.
La vida de Jesús nos enseña que depender de Dios no es debilidad, sino rendición. Es reconocer que separados de Él, nada podemos hacer (Juan 15:5).
DEPENDIENDO EN CADA ETAPA
Jesús nos mostró cómo confiar, esperar y obedecer con fe en cada etapa de su vida. Así también, cada temporada de nuestra vida es una oportunidad para depender de Dios con el mismo corazón que Él tuvo:
Llamado – Jesús obedeció sin resistencia. Entendió que su vida debía alinearse con la voluntad del Padre: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49).
Obedecer sin tener todas las respuestas es un acto de confianza.
Incertidumbre – En el desierto, cuando todo parecía inestable, se sostuvo en la Palabra del Padre y venció la tentación: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4).
Cuando todo parece incierto, Su Palabra sostiene lo que nuestras fuerzas no pueden.
Oposición – Ante la crítica y el rechazo, Jesús no respondió con ofensas, sino que confió en Aquel que juzga con justicia. (1 Pedro 2:23).
La verdadera fortaleza se demuestra confiando en que Dios defenderá nuestra causa.
Espera – Cuando su hora aún no había llegado, permaneció fiel al tiempo del Padre: “Mi tiempo aún no ha llegado” (Juan 7:6).
La fe madura cuando aprendemos a avanzar al ritmo de Dios, no al nuestro.
Éxito – Aún rodeado de multitudes, se apartaba a orar y recordaba: “No busco mi gloria; hay quien la busca y juzga” (Juan 8:50).
El éxito no se mide por lo que logramos, sino por cuánto seguimos reconociendo su mano.
Sufrimiento – En Getsemaní, en medio de la angustia, dijo: “Padre, no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42).
Depender de Él es rendir nuestra voluntad y permitir que su gracia nos fortalezca en la debilidad.
Entrega – En la Cruz, mostró la dependencia más profunda: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46).
La dependencia real se demuestra al dejar el resultado en manos de Dios y reposar en Su fidelidad.
Barreras de la dependencia espiritual:
A veces no percibimos las áreas que dificultan nuestra dependencia de Dios porque habitan en lo profundo del corazón. El deseo de controlar, el activismo sin intimidad o el “yo” en el centro, nos alejan de confiar plenamente en Él.
La falta de perdón, las comparaciones, la dependencia excesiva de líderes o personas influyentes y la falta de tiempo a solas con el Señor, pueden insensibilizar nuestro corazón inconscientemente.
Superarlas no requiere más esfuerzo, sino de reconocerlas y volver al origen: una relación sincera y rendida ante Su presencia.
¿Cómo su voz transforma nuestras decisiones en dependencia?
La voz de Dios es esencial para vivir en dependencia porque es la que nos conecta con su voluntad. No se puede depender de alguien a quien no se escucha.
Cuando escuchamos su voz, dejamos de actuar por impulso o por lógica humana y comenzamos a caminar bajo dirección divina. Jesús mismo vivió de esa manera.
Jesús no se guiaba por emociones ni por circunstancias, sino por la voz del Padre. Su dependencia no era pasiva, era obediencia guiada.
En mi momento con el Señor mientras preparaba este tema, le preguntaba: ¿desde dónde comienza o cómo se marca un corazón que anhela vivir dependiente de ti?
Entonces, recordaba mi primera experiencia con el Señor y su Palabra alrededor de los ocho años de edad. Un solo versículo por primera vez marcó mi corazón para creer que su Palabra habla y es verdad.
Nunca olvidé esa experiencia. Selló mi corazón de tal manera, que ni aún en los años más desafiantes de mi vida, pudieron enterrar ese corazón que un día quedó marcado por la verdad de Dios y su Palabra. Eso me ayudó a entender que...
No se trata de si tuviste o no esa experiencia en tu infancia; se trata de cuánto permites hoy que el Espíritu Santo sensibilice tu corazón para escucharle y depender más de Él.
Cuando un corazón se rinde así, ya no solo hay fruto personal, sino una manifestación profética en el hogar también. El ambiente cambia y el deseo de control es reemplazado por la voz de Dios dirigiendo.
Su presencia establece orden en el hogar, en los hijos y en los que observan de cerca. Esa rendición no se queda en el presente; ¡marca el rumbo del futuro!
Reflexionemos...